Ese día el juego del equipo mejora muchísimo en comparación a los partidos anteriores, y el búlgaro tiene la suerte de convertir el gol de la victoria. Finalmente el cruce inesperado con la veterana Francia de Zidane (segunda de su grupo y a la postre finalista del Mundial), fue un obstáculo insalvable para la todavía poco experimentada selección de Luis Aragonés, que sin embargo siguió apostando por esa misma idea de juego en la que Xavi era el eje básico.